En Valencia, durante el siglo XIX, se produjo un conflicto entre liberales y carlistas, que se enmarcaba dentro del contexto más amplio de las Guerras Carlistas en España.
Los liberales representaban a aquellos que defendían las ideas del liberalismo y buscaban la modernización del país, la promoción de los derechos individuales y la consolidación de un sistema político y económico basado en la Constitución y el progreso. Por otro lado, los carlistas eran partidarios del pretendiente carlista al trono de España, Carlos María Isidro de Borbón, y defendían una visión tradicionalista y conservadora de la sociedad. Los carlistas se oponían a los cambios impulsados por los liberales y abogaban por la restauración de un régimen monárquico absolutista y una mayor protección de los privilegios eclesiásticos.
En Valencia, la rivalidad entre liberales y carlistas se manifestó en enfrentamientos armados y tensiones políticas. Durante las Guerras Carlistas, Valencia se convirtió en un escenario de combates entre ambos bandos. En algunos momentos, los carlistas lograron tomar el control de la ciudad, mientras que en otros los liberales recuperaron el poder. El conflicto entre liberales y carlistas en Valencia reflejaba las divisiones ideológicas y políticas que afectaban a toda España durante el siglo XIX. Estas diferencias se intensificaron debido a la lucha por el poder y la influencia política en el país.
Finalmente, a medida que el siglo XIX avanzaba, los liberales consiguieron consolidar su poder y llevaron a cabo reformas políticas y económicas que transformaron la sociedad española. Los carlistas, aunque continuaron siendo una fuerza política y militar relevante, no lograron alcanzar sus objetivos y perdieron apoyo a lo largo del tiempo.
Los Carlistas proclamaron a su hermano como Carlos V, rey de España, rechazando a la futura reina Isabel II. La proximidad de los Carlistas a la ciudad exasperaba los ánimos de los liberales y la noche del 5 de agosto de 1835, la plebe se amotinó forzando las puertas de las prisiones y liberando a los Carlistas detenidos, consiguiendo más tarde la abolición de los señoríos y la clausura de muchos conventos. Esto último tuvo consecuencias importantes en el urbanismo de la ciudad, ya que fueron derruidos diversos conventos y en los solares se abrieron nuevas calles e instalaciones.
En 1839 se inició la construcción de la Plaza Redonda en el lugar donde antes se mataba a los animales que se vendían en el mercado. El 6 de marzo de 1836 la Milicia Nacional toma Valencia y obliga a el Capitán General a dimitir. Consternados los liberales de la ciudad de Valencia por la impunidad de movimientos de la tropa Carlista, reclaman una radicalización de la política; capitaneados por Boïl, rechazaron el Estatuto Real otorgado por la reina gobernadora, que tuvo que aceptar la Constitución de Cádiz de 1812 que fue proclamada en Valencia el 10 de agosto.
El 12 de octubre de 1840 María Cristina renuncia a la regencia y el día 17 embarca hacia Roma. El 20 de octubre las infantas salen de Valencia, a donde habían llegado con su madre en julio de ese mismo año, para dirigirse a Madrid, donde Espartero se hará cargo de la regencia. En los años 1854 y 1855 hubo dos epidemias de cólera con 2.000 muertos cada una, cifra considerable ya que la ciudad no había crecido desde 1831 debido a la guerra civil y a la limitación del espacio que suponía la muralla. El 22 de marzo de 1852 se inauguró el primer tramo de ferrocarril, el de Valencia al Grau y en esta etapa del siglo se construyó el edificio más importante de la época isabelina en Valencia, la plaza de toros, que en el momento de ser inaugurada era la más grande y bella de España.
En resumen, en Valencia se produjo un conflicto entre liberales y carlistas durante el siglo XIX, en el marco de las Guerras Carlistas en España. Este conflicto representaba las divisiones políticas e ideológicas de la época, con los liberales impulsando reformas y cambios, mientras que los carlistas defendían una visión tradicionalista y conservadora de la sociedad y buscaban restaurar un régimen monárquico absolutista.