INTRODUCCIÓN:
El Reino Cristiano de Valencia fue establecido tras la conquista de la Taifa de Balansiya por parte de Jaime I de Aragón en 1238 durante la época de la Reconquista en la península ibérica. Tras la conquista, la región de Valencia pasó a formar parte de la Corona de Aragón y se estableció como un reino cristiano. Bajo el dominio cristiano, el Reino de Valencia experimentó una fusión de culturas entre la población cristiana y la población musulmana que ya habitaba la región. Los musulmanes que permanecieron en Valencia después de la conquista, conocidos como mudéjares, conservaron en gran medida su religión y costumbres, aunque bajo la autoridad cristiana.
Durante el período del Reino de Valencia, la región experimentó un crecimiento económico significativo, impulsado por la agricultura, el comercio y la industria. Las tierras valencianas eran fértiles y adecuadas para el cultivo de cítricos, arroz, seda y otros productos agrícolas, lo que contribuyó a la prosperidad económica. En términos políticos, el Reino de Valencia era gobernado por la monarquía de la Corona de Aragón, con Valencia como una de sus principales ciudades y centros administrativos. La región también contaba con una institución de gobierno local conocida como el "Consell de València", que se encargaba de gestionar los asuntos locales y representar los intereses de la población valenciana.
El Reino de Valencia mantuvo su autonomía y una cierta identidad cultural dentro de la Corona de Aragón durante varios siglos, hasta que se produjo la unión dinástica con el Reino de Castilla en 1479, cuando los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, contrajeron matrimonio. A partir de entonces, el Reino de Valencia quedó bajo el dominio de la Corona de Castilla y se integró en lo que posteriormente se conocería como España.
Fue arrebatado a los hijos de los almohades, el pueblo más rudo de los conquistadores musulmanes, se debió al valor, caballerosidad e inteligencia del Rey D. Jaime I de Aragón. Este Monarca unía a su honradez con un gran corazón, ajeno por consiguiente a las miserias de que suelen verse rodeados los príncipes y reyes; miserias que en aquella época no habían podido conquistar aún la corte de los Soberanos de Aragón.
Les habían auxiliado en tan ardua empresa numerosos aventureros, que seguían las banderas de aquel Monarca con la buena fe que debía inspirar les el amor a la gloria y también la ambición personal. Los guerreros de la edad media peleaban por Cristo, como los árabes, sus enemigos, por Mahoma. El Evangelio y el Corán fijaron sucesivamente la suerte de las Españas, lo mismo que habían tratado de triunfar en el Oriente.
Esta lucha de tantos siglos convirtió a España, vencedora del Islam, en una nación puramente árabe, sin el mahometismo. Tradiciones, juegos, costumbres, leyes; todo respiró por mucho tiempo el aire del Oriente, en todas partes quedó marcado el paso de los Califas. El entusiasmo individual hacía prodigios; cada cristiano fue un héroe por la cruz, en cuya defensa se batía con todo el ardor de un mahometano.
Así lo comprendió el ilustrado Monarca, cuando verificada la rendición de Valencia en 9 de Octubre de 1238, repartió entre sus guerreros las propiedades inmuebles que, por el acta de la capitulación, tuvieron que abandonar los antiguos dueños, que prefirieron la expulsión, a la humillación de vivir sujetos al poder de los cristianos. Los moros vencidos que no quisieron abandonar sus tierras, conservaron sus privilegios y propiedades aceptando las leyes y la fe cristiana, formando de este modo aquella numerosa población de moriscos, que subsistió pacíficamente durante los bellos tiempos de la grande monarquía española, hasta la época raquítica de Felipe III y Felipe IV.
La población de Valencia a contar desde el siglo XIII hasta principios del XVII, se componía de diferentes razas: entre los cristianos había aragoneses, provenzales, franceses, no pocos italianos, muchos castellanos y en menos cantidad catalanes. Entre los moriscos existían restos de la primitiva raza árabe, numerosas familias africanas, y pueblos enteros formados por almohades y almorávides. Heredados los conquistadores en este país, y confundidos con los antiguos dueños, ocurrieron graves dificultades para plantear el sistema de gobierno que debía regir; porque compuesta la nueva población cristiana de gentes que venían a este centro, llevando consigo sus recuerdos, sus costumbres y su legislación, no era posible adoptar las opiniones de unos, sin suscitar la rivalidad y el descontento de otros.
La población mahometana era también harto poderosa para permitir al nuevo gobierno que se encerrara en el círculo estrecho de la más rígida intolerancia religiosa; y la base que debía servir por consiguiente al nuevo edificio social, había de ser la mayor latitud en la libertad política y en la libertad religiosa. El Rey no podía en estas circunstancias decidir por sí solo esta cuestión; porque el Rey no estaba facultado para innovar, abatir o introducir en la corona de Aragón ley alguna, que no fuera otorgada en Cortes, y por lo mismo no le era dable hacer prevalecer ni su propia opinión, ni los fueros de Aragón sobre los privilegios de otros territorios.
Por eso, el único medio que se escogió para asegurar el establecimiento de la nueva conquista, debió fijarse en un nuevo orden de cosas, que participar a la vez de la legislación árabe y aragonesa; y para ello se consultó, como era natural, a todas las clases del ejército, representadas por competentes diputados al efecto. Este medio, único para conciliar tan opuestos intereses, halló grata acogida entre los conquistadores, y con anuencia de todos creyó el rey Don Jaime llegado el caso de plantear, por fin, las leyes orgánicas del reino, llamando para formularlas el concurso de siete Obispos, once Ricos-hombres, que se titulan Barones, y diecinueve hombres buenos de la ciudad. En esta solemne reunión se tuvieron presentes también las costumbres y las leyes árabes, para dejar a esta clase trabajadora y útil la libertad suficiente, y garantir sus servicios y su religión.
El primer código legal que gobernó a Valencia se publicó, pues, en 1239; código que, adicionado y completo, fue perfeccionado por los sucesores de Don Jaime, y por las Cortes valencianas. El Obispo D. Vidal de Canellas fue el encargado de redactar estas primeras leyes orgánicas.
Cuyo proemio dice así: »Nos Jaime por la gracia de Dios, Rey de Aragón, de Mallorca y de Valencia, Conde de Barcelona y de Urgel y Señor de Mompeller: pensando llevar hasta el efecto las cosas sobredichas, teniendo a Dios delante de nuestros ojos; de voluntad y consejo de Pedro Albalat, Arzobispo de Tarragona, y de los Obispos de Aragón y Cataluña, esto es, de Berenguer (Palou), Obispo de Barcelona, y de Vidal de (Canellas), Obispo de Huesca, y de Bernardo (de Montagudo), Obispo de Zaragoza, y de Poncio (de Torrellas), Obispo de Tortosa, y de García (Frontín), Obispo de Tarazona, y de Bernardo (Calvón), Obispo de Vich; y de consejo de los nobles barones, a saber: de Ramón Folch, Vizconde de Cardona, y de Pedro de Moncada, y de Guillermo de Moncada, y de Ramón Berenguer, y de Pedro Fernández de Albarracín, y de Ramón de Peralta, y de Pedro Gisbert, y de García Romeu, y de Gimen de Urrea, y de Artal de Luna, y de Gimen Periz; y de los prohombres de la ciudad (de Valencia), a saber: de Ramón Pérez de Leyda, y de Ramón Muñoz, y de Pedro Sanz, y de Guillermo de Belloch, y de Bernardo Gisbert, y de Tomas Gandell, y de Pedro Balaguer, y de Marimón de Plegamans, y de Ramón Durfort de Guillermo de Lazora, y de Bernardo y Zaplana, y de Pedro Martell, y de Guillermo Bou, y de Estevan de la Gefería, y de Hugo Martí, y de Ramón Muñoz, y de Ferran Periz, y de Andrés de Liñá, y de otros muchos, hacemos y ordenamos las costumbres o Fueros para esta real ciudad de Valencia, y para todo el reino, y para todas las villas y castillos, y alquerías y torres, y para todos los demás lugares edificados en este reino, o que se edificaren en adelante, sujetos nuevamente por la voluntad de Dios a nuestro gobierno."
La experiencia acreditó poco después la necesidad de verificar alguna variación en estas primeras leyes orgánicas, y entonces acudieron al Rey los magnates, los caballeros, los eclesiásticos y los hombres buenos de la ciudad y de todo el reino, suplicándole encarecidamente se sirviera hacer aquellas modificaciones, y establecer con este motivo otros fueros, para comprender en ellos varios puntos, que no se habían tenido presentes en la primera promulgación de la Constitución foral. El ilustre legislador conoció desde luego el juicio y el acierto con que se le proponía la enmienda y aclaración de diferentes fueros; y en la necesidad de establecer otros, se persuadió de que ninguno podía tener más conocimiento de estos asuntos que el reino mismo, esto es, los representantes de todas las clases, que formaron desde entonces y con este motivo las primeras Cortes. Tanto estos primeros códigos, como otros posteriores, se hallan redactados unos en latín y otros en lemosín. El Reino de Valencia, junto con el Principado de Cataluña, el Reino de Aragón, y el Reino de Mallorca, formaban parte de la confederación de la Corona de Aragón.
Lista de monarcas del Reino de Valencia
Jaime I el Conquistador (1238-1276)
Pedro I (1276-1285)
Alfonso I(1285-1291)
Jaime II (1291-1329)
Alfonso II (1327-1333)
Pedro II (1336-1387)
Juan I (1387-1396)
Martín I (1396-1410)
Fernando I (1412-1416)
(rey de Aragón) Alfonso III (1416-1458) (Nota: Alfonso III de Aragón no es la misma persona)
Juan II (1458-1479)
(rey de Aragón) Fernando II (1479-1516)
(rey de Aragón) A partir de Fernando II los reyes coinciden con los castellanos y aragoneses:
Carlos I (1516-1556)
Felipe II (1556-1598)
Felipe III (1598-1621)
Felipe IV (1621-1665)
Carlos II (1665-1700) El archiduque Carlos de Austria fue proclamado Carlos III durante la Guerra de Sucesión Española. Con Felipe V de Borbón, el Reino de Valencia desaparece oficialmente, con motivo de los Decretos de Nueva Planta, por los que pasa a formar parte del Reino de Castilla dividido en varias gobernaciones castellanas